Hórreos, cruceros y casas marineras

Combarro es uno de los pueblos marineros de Galicia que mejor ha conservado su arquitectura tradicional. Construido íntegramente en granito, mantiene casi intactas su estructura urbanística y edificaciones.

Declarado Conjunto Artístico y Pintoresco en el año 1972, su historia está íntimamente ligada al monasterio de San Xoán de Poio desde el siglo XII, cuando la reina Urraca dona la población al cenobio, hasta mediados del siglo XIX.

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Una arquitectura singular

Los hórreos constituyen el elemento más icónico de Combarro. Se trata de almacenes de cereal colocados en alto sobre pilares (“pés”) para evitar la humedad y los roedores. En esta zona combinan piedra y madera, y reciben el nombre local de “palleiras”. Actualmente se conservan unos 60 y la mitad están alineados a lo largo de la costa ofreciendo una característica estampa del lugar.

Sin embargo, son las casas marineras las que otorgan carácter diferencial al núcleo. La mayor parte son pequeñas viviendas adosadas y orientadas al mar. Poseen una planta baja usada originalmente como almacén de aparejos de pesca, útiles de labranza y en ocasiones para albergar un pequeño lagar. Muchas de ellas cuentan además con un estrecho soportal. La primera planta presenta un característico balcón desde donde se domina visualmente el mar. Originalmente los balaustres eran de madera, hierro o piedra y frecuentemente se coloreaban con lo que sobraba de pintar los barcos, dando al pueblo una particular imagen multicromática.

Arte en granito

Otro de los elementos característicos de la población son los siete cruceros de granito erigidos entre el siglo XVIII y XX. Suelen situarse en encrucijadas y sus funciones son diversas, pudiendo jugar un papel protector o incluso ser donaciones particulares para cumplir una promesa. En Combarro existen varios ejemplares de gran calidad artística como el crucero de la Praza da Fonte, de 1771 con representación de un cristo crucificado y Santa Ana o el de la plaza de San Roque, de 1802. Algunos poseen una mesa de piedra (“pousadoiro”) a modo de altar que se usaba tradicionalmente para colocar los ataúdes en los funerales y se acostumbran a adornar todos los años para la tradicional procesión de Corpus.